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Uncharted. Un chulo, una periodista, un sinvergüenza y una escopeta.


La fecha, diciembre de 2007. El lugar, Toys r us del centro comercial de Los Arcos, Sevilla. La cola para comprar llegaba hasta la puerta y multitud de padres y madres acarreaban con los grandes juguetes que pronto regalarían a sus hijos. En esa cola me encuentro yo, sosteniendo con ilusión la enorme caja de una Ps3 Fat de 40 Gb con un novedoso título de aventuras dentro. En la caja puedo ver a un tipo en vaqueros y camiseta dando un poderoso salto sobre un tronco y empuñando una pistola. En aquellos momentos ciertas dudas me invaden, ya que aunque deseoso de adquirir la nueva sobremesa de Sony, tengo reticencias sobre el juego. Un tal Uncharted. Por supuesto, conozco la compañía detrás y muchos de sus juegos, pero no me inspira demasiada confianza, porque se me antoja una burda copia de Tomb Raider. Pero esa desagradable sensación desaparece cuando, enchufada y conectada a mi vieja tele de tubo, comienzo a ver el famoso doblón español rotar sobre la esquina inferior derecha de la pantalla.

La música me ha provocado un verdadero subidón y algo me dice que tal vez me encuentre ante algo grande. Por descontado, nada me ha preparado para esa primera escena en la barca. Y nada de aquello puede superar a los primeros pasos por la isla o al descubriemto del famoso submarino varado en el río. Poco a poco, Nathan Drake, que así dice llamarse el protagonista, va subyugandome, convirtiendo el que creía que iba a ser uno más, en uno de mis juegos favoritos.

Casi diez años después veíamos como acababan sus aventuras en Uncharted 4 y tod@ jugón/jugona que disfrutó de la saga como yo sintió ese sabor agridulce en el final. Por supuesto, todo ésto está demás para aquellos que no gustan de las correrías del socarrón de Nathan y el sinvergüenza de Sully. Pero los que si lo hemos hecho tenemos claro que Uncharted es una saga muy especial y que consiguió algo muy particular. Como dice la inscripción del anillo de Sir Francis Drake: “La grandeza nace de pequeños comienzos”.

Naugthy Dog firmó una IP en la que maduró como equipo narrador y desarrollador de videojuegos -y aunque para mí su penúltima obra, The last of us, es un aparte y un invencible- han logrado dar forma a un universo compacto, completo en personajes que rebosan carisma y por los que de verdad tomas un cariño enorme. Un microcosmos en los que cualquier personaje es tratado con un mimo excelso y no es olvidado ni mandado al limbo por no salir en siguientes partes. Aunque Charlie Cutter solo sea mencionado en una simple frase en la cuarta parte, los que hemos jugado la saga no podemos evitar sonreir al recordar su fobia a los pasillos estrechos. La evolución de los protagonistas habituales es brutal y el juego te hace participe de ello con sus constantes guiños.

La jugabilidad es clave en ellos, básicamente una aventura en tercera persona en la que abundan los tiroteos, el plataformeo y ciertos acertijos. La mecánica se ha mantenido pareja en casi todas sus entregas, aunque la cuarta está más equilibrada -y a mi gusto mejor llevada-. El sistema de coberturas es genial y la intensidad y emociones que vivimos son una auténtica montaña rusa.

Para mí Uncharted es una saga que tod@s deberían de probar al menos una vez, dejarse atrapar por esas frenéticas lluvias de balas, esas ocasiones en que los protagonistas comienzan a hablar, con esas conversaciones instranscendentes pero importantísimas a la hora de dar vida a los personajes, sus tesoros, sus chascarrillos, su banda sonora o sus epiquísimos momentos a lo blockbuster, como el del tren de la segunda parte, el avion de la tercera o ese maravilloso e infartante, porque no se le puede tildar de otra cosa, enfrentamiento final en el 4. Y hasta aquí puedo leer.

Uncharted llegó a mis manos entre la sombra de las dudas, pero se ganó mi corazón por su valía.


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