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Videojuegos al peso


Situémonos. Nos hallamos en febrero de 2015, a escasos días del lanzamiento de un juego de gran importancia para el catálogo de exclusivos de PS4 -o al menos eso se pretendía-. A menos de una semana se filtra la noticia de un jugador que ha logrado acabarlo en poco menos de cinco horas. No tardará mucho en volverse viral y cargar de defensores y detractores la red. Evidentemente, y como bien habréis supuesto, me refiero al título de Ready at Dawn, The Order 1886.

Evidentemente, el centro del debate era la escasa duración de la aventura y el precio de la misma en su lanzamiento. Y una gran parte de la población consumidora ejerció su pleno derecho a quejarse de tal hecho.

Ahora vuelve a salir el debate a la palestra con la salida de Resident Evil 7 y sus nueve o diez horas de duración. Muchos han vuelto a esgrimir la misma espada contra el juego de Capcom, la baja compensación entre precio de venta y tiempo estimado para finalizar el título.

Y aquí es donde entro yo, pues entiendo que podríamos estar valorando las obras cuestionadas y por ende el resto, por la cantidad de euros por hora amortizados, o por decirlo de otra forma, videojuegos al peso. Cosa que a mí personalmente me parece un error de órdago. Un juego no debería de ser juzgado de esa manera, sino por lo que te haya ofrecido durante ese tiempo. ¿De qué nos sirve una aventura de cincuenta horas cuando cuarenta de ellas las pasas recogiendo cientos de coleccionables insulsos que rellenan el mapeado y que no sirven para nada? ¿No es preferible un juego con más cuerpo y que nos de lo que nos tiene que dar, sin subterfugios ni falso contenido?

En uno de los post del grupo sobre el asunto en cuestión pude leer a varios foreros opinando sobre la rejugabilidad de un juego. En cierto momento alguien planteo el que un título corto de mediados de los ochenta o noventa era mucho más redisfrutable por su propia constitución y concepción -mucho más arcade-, mientras que la gran mayoría de juegos de hoy en día pecaban de lo contrario. ¿Cuál es pues la vara de medir de la rejugabilidad? ¿Acaso nos resulta imposible el simple hecho de que alguien, ya seas tú o yo, queramos simplemente volver a vivir el título porque o bien nos gustó su historia o bien nos enganchó su jugabilidad? ¿Meramente por el hecho de volver a ella? Si hacemos un símil literario ¿Qué interés puede albergar el releer un libro, si ya sabemos lo que ocurre? Personalmente, aparte de descubrir nuevos detalles, como lector disfruto de la narración nuevamente, de las situaciones, personajes y acontecimientos, por el simple placer de hacerlo. Más aún si cabe lo haré como videojugador.

Rejugar un Final Fantasy IX para volver a disfrutar de las andanzas del picarón Yitán, volver a esas calles con nombres de escritores en la ciudad maldita de Silent Hill, darse de tiros con Soap en Moder Warfare por cuarta o quinta vez o - ¿Por qué no? - volver a luchar contra los licántropos en la Londres de 1886 de la mano de Sir Galahad no debería de ser un impedimento por la variable duración de cada uno de ellos.

Crucificar un juego o renegar de él, por su duración o su posible poca rejugabilidad es quedarse muy cortos y solo logramos entrar en ese círculo vicioso en el que perdemos de nuestros radares obras que podrían darnos grandes experiencias y donde cada juego terminado acaba indefectiblemente en esos cementerios de elefantes que son nuestras estanterías, rodeados de figuritas y polvo.


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